Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

9 ago 2008

Min Ho Choi y Ludwing Paischer

Koreano de nombre compuesto por sonoros monosílabos, no creo que os suene de nada. A mi hasta hace poco, apenas. Un judoka japonés, con varias medallas pero sin gran renombre.

Austriaco con nombre de compositor y apellido de esquiador, casi nadie pensaría que entre los Alpes y el Tirol se forjan judokas que van como máximos aspirantes a un oro olímpico.

Ambos disputaron esta mañana, 9 de agosto de 2008 la final de la categoría -60kg en la Olimpiada de Pekín. Ambos han entrado por derecho propio en mi historia personal. Vayamos por partes.

Choi ha llegado a la final ganando TODOS sus combates por Ippon, ninguno le ha durado apenas algo más de 2 minutos, incluso la semifinal, que se ha evaporado en escasos 20 segundos. Fácil, agarre, danza de pies y manos, velocidad, explosividad, inteligencia.
Choi no ha recibido ningun punto en contra, no ha recibido sanción alguna (tan común en el actual judo de mucha táctica y poca inspiración), llega a la final impoluto.
Es frío, rápido y sabe cuando y cómo atacar a su oponente y juega perfectamente con la fuerza y el agarre del rival. Como en un tango, es quien dirige el combate.

Paischer hace un judo más rocoso, deja menos lugar a la genialidad pues sabe que su fuerte es el ritmo, conseguir que su oponente no esté cómodo y defender cualquier renta, por exigua que sea.
Ha venido aquí tras una temporada espectacular, campeón europeo incluido, y en el mundillo del judo se le da como máximo favorito en una final a la que ha llegado dejando en el camino a grandes judokas.

El combate decisivo es, para Choi, un calco de los anteriores. Parece que se deja llevar hasta que en el primer resquicio que deja Ludwing, agarra la pierna, y pese a estar por completo arrodillado, saber levantar con un movimiento explosivo a su rival, y tener el control corporal en el aire de hacerlo girar en el único ángulo en el que no va a poder defenderse. Visto en el vídeo parece tan sencillo...

Aquí acaba el deporte y empieza el judo:
Choi, visto su triunfo tras años de segundos y terceras posiciones, se derrumba entre lágrimas, incapaz de dejar de temblar y mantenerse en pié. Se ha roto todo el autocontrol que ha necesitado para lograr semejante gesta, y vuelve a ser un joven de a pié.
Como a pié se le acerca otro joven, que además es JUDOKA. Paischer va a él, lo abraza, cási parece que lo consuela, le ayuda a lenvantarse, lo felicita como si fuese su mejor amigo y no quien le ha robado "su" gloria (la que todos daban por segura). Le ayuda a llegar al saludo, paciente y triste, pero judoka al fin y al cabo. Finalmente, tras el saludo ritual, vuelve a abrazarlo y le alza su brazo como legítimo Campeón Olímpico.

La trayectoria en Pekín de Choi es perfecta, pero no lo sería tanto si no fuese por la actitud de su rival que complementa lo necesario para pasar de la grandeza a la inmensidad.

Gracias Min Ho, y gracias, sobre todo, Ludwing.

Aquí podéis ver el vídeo, no os perdáis del minuto 4 en adelante.
http://www.youtube.com/watch?v=vrwkVCHo0Go

Edito: El vídeo completo de los ippones de Choi en Pekín:
http://www.youtube.com/watch?v=9UfYxjEctaM

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