Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

8 sept 2008

Crónicas Neozelandesas. Día 8 (16/11/07)

Bufff me levanto a las 8, y mientras Luís ronca a pierna suelta salgo a la terraza del albergue, a mirar el cielo plomizo con poca esperanza. No llueve, sin embargo las nubes están oscuras y muy apretadas, un tiempo ruinoso para que el helicóptero pueda volar hacia las montañas. Hemos quedado que llamaría a Grez, el guía, a eso de las 8,30. A las 8,20 no puedo contenerme más y le llamo, con pocas esperanzas. Sin embargo me cuenta (o eso me parece entender porque el inglés por teléfono es como que te hablen a través de un ventilador) que dan mejoría para un poco más adelante, y que me pasa a buscar a las 10 en vez de a las 9.

Luís me mira con mala cara, mis gritos de victoria han logrado que se despierte. Pobrete, para un día que dormía tanto, y le jodo la marrana yo :). Mejor será que lo invite a un buen desayuno, que el estómago es donde tiene los sentimientos a estas alturas de viaje.
¿Os imagináis una cafetería en la que una persona cocina, otra hace los cafés y una tercera cobra a los clientes, y si no tienen nada que hacer no ayudan a sus compañeros/as? Pues ya sabéis donde nos dedicamos a contemplar como mitad bar desayunaba y el resto nos jodíamos de hambre y mirábamos a la que cobraba con ganas de hacerle comer la cafetera, mientras bostezaba toda tranquila. Una vez desayunados, me fui a comprar un pantalón-culotte que religiosamente estrené al momento, y me cambié mientras Luís preparaba su “mejor día en NZ” (palabras textuales jejeje): Pasear por el lago, tomar chocolate caliente, ver cómo trabajaban las excavadoras y dormitar en los bancos.

Greg me recoge, le saludo a él y a un larguirucho australiano que hace DH y que parece muy majo y vamos a recoger a un par de irlandeses que no les va mucho la bici, pero quieren hacer Heli-bike. Por supuesto, como buenos irlandeses, llegan con una resaca del quince. Vamos al helipuerto, y de allí a tomar otro café porque tarda en despejar.

Finalmente volvemos a donde los helicópteros, y mientras bajamos las bicis (unas Jamis Dakar XLT de 130mm con ruedas de 2.4, que van de maravilla) observamos los problemas que tienen para fijar los acoples para las bicis al pajarraco. Por fin parece que lo consiguen y mientras nos explican cómo comportarnos enganchan las burras.

Cómo mola ver las bicis allí enganchadas, me estoy volviendo un dominguero!!!!

Una vez en el aire, mi primer vuelo en estos trastos, pasamos pegados a las montañas y nos internamos entre las todavía espesas nubes hacia unos picos pelados que aparecen enfrente. Sobrevolamos parte de la carretera por donde llegamos a Queenstown y acabamos arriba del todo de unas lomas de tasca interminables. El piloto se pega un descenso en picado que nos asusta a todos, mientras Grez y él se nos escojonan en la cara.

Una vez abajo, me coloco la cámara en el casco y comienza el descenso, y con ello mis fundados temores. Salvando el primer trozo, por la tasca, todo va a consistir en una pista en mal estado, pero por la que se ven marcas de 4x4. Es una bajada muy rápida porque la pista pierde altura a toda prisa, y salvo la sensación de velocidad entre medio de las amplias lomas de tasca se me hace aburrida. Lo mismo le pasa al australiano, Allan, que acostumbrado a sus competiciones de Descenso se le hace monótono. Los dos irlandeses sí que disfrutan, pese a que el más hablador se pega un diálogo con el suelo bastante largo.
Durante el trozo final nos dedicamos a ir tras las ovejas, que tienen la manía de huir de nosotros pista adelante en vez de monte a través.

Una vez en la carretera nos espera la novia de Grez con su camioneta, donde cargamos las bicis y nos vamos al far-west a comer. Se trata de un hotel al más puro estilo Morricone donde nos ponemos hasta el eje de comer. Yo me pido unos jarretes de cordero que son lo mejor del viaje (culinariamente hablando) con diferencia.

Total, que el Heli bike está de maravilla salvo por la bajada, que es aburrida y fácil. Claro que se supone que eso debe ser lo bueno, verdad?? Por otra parte Grez es un tío majísimo, que ha viajado mucho y es un chiflado del BTT. Me asegura que la ruta que hicimos es Wharfedale es de lo mejor que se puede hacer por NZ, y que casi nadie la conoce porque es muy difícil de encontrar. Se ha sorprendido bastante de que la cicláramos. También se sorprende de que venga de un pueblo tan pequeño, dice que los turistas que conoce son todos de ciudades, y que tenga vacas, jejeje.

De vuelta a Queenstown mi idea es hacer una ruta corta, pero Luis está con pocas ganas, y me dejo convencer fácilmente. Se nota ya el cansancio acumulado, la soba de ayer fue gorda por culpa de la pérdida.

Así que dedicamos el resto del día a subir con la góndola hasta un mirador sobre el pueblo y el lago con unas vistas tremendas, a hacer compras y a cenar en un italiano. Es viernes y tengo ganas de conocer la vida nocturna de aquí, pero en acabar la cena los ojos se me cierran y decido seguir a mi compi, que sólo piensa en acostarse después de su “dura” jornada. Además mañana hay que madrugar, a las 6,30 hemos de levantarnos que vamos de excursión al “lugar más espectacular de Nueva Zelanda” según rezan los anuncios.

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