Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

11 dic 2009

Sol de invierno


El otro día en Linés, cerca de Ainsa, disfrutábamos de una tarde perfecta. Y un todavía más idílico anochecer, ya de vuelta, contemplando todo el Pirineo teñido del color de la lavanda.

Siempre sorprendente luz de invierno, me vino a la mente la canción de Extremoduro, que quizás tiene más que ver de lo que pueda parecer al principio. En seguida supe que iba a ser el título de este post.

Sol de Invierno

Será porque llegan sus rayos inclinados, será por la atmósfera fría que afecta a las partículas de luz, será por su cercanía a la tierra en esta época, será casualidad o será lo que quiera ser, pero algo tiene.

Sol de invierno, luz de hibernum, la quietud que tienen las tardes serenas de estos meses son irrepetibles. Tardes silenciosas en el bosque, tardes quietas, mudas, atemporales. El frío paraliza la otrora alborotada vida de los habitantes del monte y nos obliga a pensar si estamos dentro de una fotografía.
El tiempo parece haberse detenido, las horas no quieren avanzar, si nos quedamos quietos nada parece moverse. Como si estuviésemos en otro plano material, como si nos hallásemos en uno de esos paisajes fotografiados que hacían de decorado en las películas de los 50.

Sin embargo, la tarde avanza, el día recoge, y con el crepúsculo llega el éxtasis.

Invierno es una colección de irreales atardeceres:
Montañas rosadas, reflejos perfectos, lenguas de fuego serpenteando sobre la tierra.
Nubes de llamas montadas sobre negros nubarrones, cielos llenos de palidez, contrastes aberrantes.
Cálidos confines iluminando gélidas jornadas, horizontes nítidos envueltos en fantasmagóricos reflejos.
Gigantes lunas diurnas rodeadas de anaranjadas aureolas sobre colinas azuladas.

Luz de invierno, su juego de contrastes combina calidez y frialdad, brillo y mate, claridad y ocaso…
Fugaces rayos de sol que transforman la realidad antes de ser engullidos por el horizonte, rebotando de monte en monte, chocando contra laderas y explotando en campos súbitamente coloreados.

Lo efímero de estas obras de arte las hace irrepetibles, podrás ver cientos de ellas, pero cada una que te pierdas nunca volverá, y no hay muchas razones que impidan parar durante un minuto a contemplarlas, pues tienes la suerte de vivir en Sobrarbe y no entre manzanas de pisos.

Me recuerdan una cita de la película “el último samurai”: “Observa las flores del cerezo, podrías dedicar tu vida entera a la búsqueda de una sola y no habrías desperdiciado tu tiempo. Perfectas, simplemente perfectas”

Es difícil encontrar palabras más sabias.

PD: Sólo una foto es de un atardecer invernal (cual??), pero es lo que tenía a mano... :)

1 comentario:

Anónimo dijo...

vaya fotos-postal más hermosas, sobre todo las dos primeras. la de tonalidades que puede tener un ocaso, y la de emociones que se sienten al fotografiarlos. te pone hasta nerviosa querer abarcar en una imagen toda esa belleza, después, llegar a casa con la prisa de verlas en grande, y zas! de repente de las 40 0 50 fotos, salen unas 9 ó 10 que te dejan sin habla, te dejan una sensación dificil de explicar, pero de un placer inigualable (eso con mi cámara, que es una patata). aquí, con el moncayo cerca, también son increíbles.
En cuanto a esa cita que nombras, te dejo un koans, espero que te guste.

Ryokan, el maestro Zen, llevaba la vida mas secilla posible en su pequeño refugio en la montaña. Una tarde, un ladron entro en su refugio y no encontro absolutamente nada de valor.
Ryokan volvio y lo pillo. "Has caminado mucho para visitarme", le dijo al ladron, "y no deberias irte con las manso vacias. Por favor toma mis ropas como regalo."
El ladron estaba perplejo. Tomo las ropas y se marcho de alli.
Ryokan se sento desnudo a contemplar la luna."Podre amigo,", musito, "ojala pudiera haberle dado esta preciosa luna."