Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

26 may 2013

Una travesia de ida y vuelta: Día II




El cruce del Ara con Batanes

Una noche heladora dentro del refu y huracanada fuera de él. El aire que hace fuera es tan intenso que desistimos de levantarnos a las 4, pues con esas condiciones subir al Vignemale no es una opción muy adecuada, así que aún mantenemos la oreja en la almohada un rato más, a la espera de si el tiempo mejora y con el sol para el aire. Ni con esas…
Desayunamos tranquilamente, cogiendo fuerzas para el día, que una vez descartado en Vignemale, optaremos por continuar travesía hasta el refu Wallon, también en territorio francés, y por medio subir algún pico que quede cerca. Pero…
Calzándome las botas ya noto el dolor bestial en las espinillas y en las rozaduras encima del tobillo. Las botas me han hecho unos hematomas encima del hueso de la tibia, y la compresión al andar es torturadora. Si a eso unimos las rozaduras (casi quemaduras), que se han infectado, ocurre que a los primeros pasos me doy cuenta que la jornada va a ser durísima para mí.
A punto de iniciar el tubo del Ara
Matteo avanza despacio, pero aun así me tiene que esperar constantemente en la subida al puerto de los Mulos porque cada paso que doy me saltan las lágrimas, sobre todo cuando hay que esforzarse al pasar tramos muy inclinados o coladas de las aludes de la tarde de ayer. Subo con las cuchillas puestas, porque si no me sería imposible, concentrarse en el equilibrio con semejantes pinchazos es tarea casi imposible. El viento no ha remitido y cuando coronamos el puerto, éste casi se nos lleva el material mientras nos preparamos para bajar.
Empieza a escasear la nieve
Hablamos sobre qué hacer, y decidimos que es una tontería que vayamos al Wallon, porque al día siguiente estaré peor, ir por ir sin disfrutar es una tontería, y además voy a obligar a Matteo a ir a paso burra y no hacer todo lo que le apetecía. Así que nos bajaremos hasta Bujaruelo, que es la escapatoria más sencilla (o eso creemos entonces), y será menos doloroso que volver a Panticosa y hacer toda la subida de Batanes.
Decidido el camino a seguir, nos tiramos por la nieve, totalmente helada y por la que se puede bajar a toda velocidad, llegando rápidamente al fondo del valle del Ara, tomando la vencida suficiente para no tener que remar mucho en los toboganes del terreno. Vamos a optar por bajar por dentro del barranco, pues se ha creado un tubo natural muy divertido por el que deslizarnos sin más problemas que algún que otro resalte, ya que en este tramo alto del Ara no hay cascadas hasta el cruce con Batanes.
Viejas coladas en las faldas españolas del Vignemale
Disfruto mucho bajando por este “halfpipe” de un lado a otro hasta que termina justo encima de las primeras cascadas, donde ya hay agua en la superficie, y es momento para tomar una larga diagonal que nos lleve por la orilla izquierda del Ara. A partir de aquí la nieve va a ir menguando con rapidez, pasamos en un pestañeo del monte invernal a la eclosión de la primavera: pasto reciente en el que destacan las primeras flores alpinas, docenas y docenas de marmotas circulando por doquier y grandes manadas de sarrios que bajan a abrevarse al cauce del río. La vida parece haber regresado al (engañosamente desierto) Pirineo blanco.
Una de las docenas de marmotas del día
Es un poco más abajo de la cabaña del Cerbillonar donde definitivamente nos quitamos los esquís, a partir de entonces tocará patear. Creíamos que la nieve estaría más baja (sobre todo yo) pero el calor de estos últimos días nos ha robado algún kilómetro de deslizamiento. Así que pacientemente, bajo un sol de verano (y sin gota de aire aquí abajo) bajaremos hacia Bujaruelo disfrutando de un paisaje soberbio: la disputa entre primavera e invierno por la soberanía de uno de los valles más bonitos del Pirineo, el más largo de entre los valles de altura (hasta los Navarros) e inexplicablemente (y por suerte para los montañero que no nos gustan las multitudes) olvidado por culpa de su tributario Ordesa. El valle del alto Ara, el último reducto de Sobrarbe hacia el noroeste, el inicio del que es, por desgracia, el último río virgen del Pirineo Aragonés, sin presas ni impedimentos humanos hasta su depositario el Cinca, a escasos metros de donde escribo.
El cruce del Ara con Ordiso
Llegaremos  cansados al refugio de Bujaruelo, donde nos dejan llamar para que nos vengan a recoger y acercarnos a Panticosa por el coche, espera que capearemos con un buen bocado que sienta como un regalo de los dioses (qué bien se come aquí, es un disfrute, totalmente recomendable, aún recuerdo el estofado de alubias que nos metimos entre pecho y espalda con Moncho este otoño cuando fuimos a la Brecha)
Una travesía interruptus, que espero pueda desquitarme el año que viene, ya con botas nuevas porque no pienso volver a ponerme estas!!

Una de las cascadas que hay en el camimo a Bujaruelo

24 may 2013

IV Kedada Zona Zero BTT Ainsa Pirineo 17-18 mayo 2013

Menuda con la IV edición de la Kedada Zona Zero btt!!!
Si el año pasado tuvimos un calor impropio de mayo, este año el frío y el agua fueron protagonistas del fin de semana.
Foto en Morcat
La semana comenzaba con unas predicciones terribles de tiempo en las distintas webs especializadas, si bien el microclima que tenemos en esta zona nos hacía ser más optimistas, y aunque no esperábamos sol radiante, tampoco los 20 litros diarios que presagiaban.

Así que de toda la semana, el peor día (lluvia a saco) fue el miércoles, mientras que los bikers que adelantaron su llegada varios días disfrutaron de un gran jueves y una mañana de viernes también muy agradable. El tiempo cambió como se esperaba por la tarde-noche del viernes, lo que nos obligó a trasladar los actos de ese día al Pabellón polideportivo de Ainsa y a suspender la nocturna.
En el polideportivo los bikers recién llegados pudieron inscribirse y recoger sus regalos, al tiempo que daban buena cuenta del amplio picoteo de todos los años: embutidos, jamón, queso, frutos secos y grandes cantidades de cerveza y vino del Somontano. También pudieron informarse acerca de la carrera de Enduro que se disputará en la Zona Zero el primer finde de julio y de otras actuaciones organizadas por nuestros compañeros de Planeta40 (cursos de conducción por senderos, rutas por etapas de enduro...).
Finalmente la jornada terminó con la presentación de las nuevas rutas de esta temporada y el estreno del vídeo Zona Zero, realizado por el filmmaker local Martín Campoy.
El sábado, el frío nos obligó a cambiar la localización de la comida, pasándola al polideportivo de Ainsa (16h) y dejando en Morcat un avituallamiento más sencillo. La decisión se mostró acertada porque a las 10, cuando llegamos a Morcat a prepararlo todo el termómetro marcaba 4ºC y soplaba un viento helador. Lo que no resultó tan acertado fué el continuar con la idea de que Morcat fuese el punto clave de la Kedada, porque tras la lluvia de la noche, el tramo de pista de acceso al pueblo estaba absolutamente impracticable. Un barrizal como apenas hemos visto otras veces, que dejó las bicis como monstruos marrones de 30kg de peso. Muchos de los bikers, aconsejados por los voluntarios tomaron rutas alternativas a la vista de el estado de la pista, pero medio centenar de valientes se pusieron la bici a la espalda para andar los 4km hasta Morcat, donde los esperábamos con un más que merecido avituallamiento, a tenor de las caras que todos traían.
Realmente el barro fué lo único negativo del día porque esa lluvia que se esperaba tan intensa apenas quedó en pequeños y cortor chaparrones durante la jornada. Tras las rutas los bikers fueron llegando al polideportivo donde les esperaba la comida: ensalada de pasta y mucha, mucha carne: cordero del valle de Chistau, longaniza, tocino, chorizo... y de postre Naranjas de La Loma, recién traídas de la finca de Manolico en Orihuela. También hay que decir que los comensales fueron un poco flojetes, dejaron dos corderos enteros sin comer ;)
Llegando a Morcat: foto de Planeta40
El domingo llegó de nuevo el buen tiempo y la gran mayoría de bikers pudieron desquitarse del barro del sábado endureando por el resto de rutas de Zona Zero, con mención especial para El Camino de la Caparra, Doble Coasta y Bajo Peñas (y algunos con rutón al Ibón de Plan en condiciones invernales, con un palmo largo de nieve)
Muchísimas gracias a todos los participantes por acudir, a los voluntarios por su inmenso trabajo y a todos los que nos apoyaron. Esperamos el año que viene desquitarnos y haceros olvidar los pequeños (o no tanto) fallos de esta edición.

4 may 2013

Una travesia de ida y vuelta: Día I


Norte del Vignemale desde la ventana del refugio de Oulettes de Gaube
No siempre los planes pueden salir como estaba previsto, pero ello no significa que nos neguemos a disfrutar el camino alternativo.
A mediados de abril, planeamos con Matteo una travesía circular con esquís por el terreno comprendido entre Panticosa, Vignemale y Respomunso. El primer día iríamos desde el Balneario al Refugio de Oulettes, para al día siguiente subir al Vignemale, luego ir al Ref. Wallon, después a Respomuso y finalmente volver a Panticosa. Daban un tiempo bastante bueno y nieve bastante estable (salvo pasado el mediodía). Esto es lo que finalmente pasó.

Madrugón del bueno, a las 4:30h suena el despertador, y eran la 1 que aún danzaba por casa. Desayuno, preparar té para el termo, y aún me toca responder un par de mails del curro antes de marchar, vaya tela!! Cargo en el coche y bajo hasta el cruce donde ya me espera Matteo, hacemos el traslado de material a su auto, y nos encaminamos hacia Panticosa, con un tiempo absolutamente primaveral, 8ºC en Ainsa a esas horas.
Balneario de Panticosa, con el Garmo Negro vigilante entre las nubes
Una hora y poco después, con el día abriéndose camino entre nubes y cumbres, llegamos al Balneario de Panticosa, donde ni mucho menos somos los primeros. Furgos de gente que ha debido pasar la noche allí y esquiadores ya prestos para salir, un tiempo más fresco (normal, estamos a 1600m) y la claridad creciendo a pasos agigantados.
Nos cambiamos sin prisa pero sin pausa, y compruebo que mis focas pegan menos de lo que deberían. Están ahí-ahí desde que les cambié el pegamento, que era la primera vez y no lo debí hacer muy allá, pero hoy ya se sueltan con demasiada facilidad. El caso es que finalmente aguantaron la travesía sin dar mayores problemas. La pasada semana las botas me hicieron unas rozaduras bastante heavys, así que pongo esparadrapo en las piernas (recién depiladas debido a ello), me “emboto” y p´adelante!
Apenas hemos de andar unos minutos hasta encontrar la nieve suficiente y calzarnos los esquís. Comenzaremos subiendo por el GR11 dirección este, ganando altura rápidamente por una nieve dura en la que se avanza de maravilla, pero que no precisa de cuchillas, y en poco rato llegamos a una vaguada moteada de pino negro donde el terreno suaviza y el sol sale a nuestro encuentro. Paramos un momento a beber y ponernos crema, disfrutando de un cielo de maravillosos colores.
Atravesando el ibón de Brazato, esto da algo de yuyu
Nos adelantan un grupo de esquiadores mientras, y cuando nos ponemos de nuevo en marcha lo hacemos siguiendo su traza, lo que al poco nos llevará a confundirnos de camino, pues llevan distinta dirección que nosotros. Ello nos obligará a dar un pequeño rodeo para llegar al ibón bajo de Brazato, donde cogemos el camino bueno hasta el Ibón de Brazato, junto a cuya pasarela nos detenemos a comer algo.
Reemprendemos camino al poco, cruzando el helado ibón y tomando unas laderas que nos llevarán al Puerto Biello (2560m), puerto de Batanes, divisoria con Sobrarbe, desde donde ya se divisa el valle del Ara. Hay que abrigarse porque sopla aire, y mientras nos preparamos para bajar charramos un poco con otros esquiadores que van a punta Bazias y que han llegado al collado justo delante nuestro. Pese a que Matteo quiere subir a dicho pico, yo le convenzo de que aún queda mucho día y no estoy tan fuerte como él así que finalmente comenzamos el descenso esquiando por una nieve muy buena en la que podemos disfrutar sin grandes esfuerzos. Pasamos por los ibones de Batanes sin darnos cuenta de donde están, pues el manto blanco lo tapa todo y en la parte final del valle nos encontramos con las coladas de avalanchas que se formaron el día anterior, ya que estamos en una zona orientada al sur que recibe mucha insolación.
Esquiando el valle de Batanes
En estas, nos hemos presentado delante de la mole gigante del Vignemale, por fin desprovista de nubes, que se erige en toda su grandeza frente a nosotros dejándonos con la boca abierta. Uno de los grandes montes más desconocidos del Pirineo, si nos atenemos a su vertiente española.
Vignemale, vertiente española. Majestuosidad
Llegados al valle del Ara, puestas las focas y quitada ropa, nos encaminamos hacia su cabecera, con un sol de justicia a nuestra espalda, avanzando por el terreno agradable del fondo del valle, que poco a poco va girando hacia el noreste y deja intuir nuestro próximo objetivo: el Puerto de los Mulos. A estas alturas de día el calor ha transformado la nieve, lo que ayuda a ganar las rampas duras del ascenso al collado, que trazamos los más alejado posible de las coladas que salpican la pendiente. Estos días el riesgo de aludes es de 1 por la mañana, que se transforma en 3 tras el mediodía por el calor que humedece la nieve y la hace más pesada. Son aludes de poco recorrido y lentas, pero no se las puede subestimar.
Ganado el puerto, las piernas están ya en su punto, así que no me extraña que Matteo me diga que estamos más cerca de los 2000m de desnivel acumulado que de los 1500m. Ahora todo lo que queda es bajada, así que en poco rato estaremos en el refu.
En el Puerto de los Mulos, mirando hacia el lado francés
Trazamos una amplia diagonal por la pendiente (esto ya es Francia) para vislumbrar mejor el descenso que nos espera, y al llegar a un pequeño hombro, aparece a nuestra derecha una mole oscura y veteada de blanco que tapa todo el horizonte. Es la titánica pared norte del Vignemale, una anchísima tapia surcada por corredores (el más famoso de ellos, el Couloir de Gaube) y los restos del otrora impresionante Glaciar de Oulettes. Una especie de mini pared norte de los Alpes traída al Pirineo.
Semejante vista hace que, con perdón, se me caigan los huevos al suelo. Merece la pena cualquier madrugón, cualesquiera horas de sudar y sufrir para llegar a este espectáculo de la naturaleza, de las fuerzas del viento, del agua y del hielo.
La Norte del Vignemale, sin palabras
Salgo del trance en que me encuentro para continuar el descenso, que se empina bastante y que va a llevarnos a pasar junto a una enorme avalancha que debió caer ayer. La nieve está en una mezcla de húmeda y costra, lo que dificulta la bajada y sobre todo la hace inmensamente cansada. Las piernas me arden a cada giro mientras tratamos de alejarnos los más rápidamente posible de las zonas más delicadas. A causa del cansancio, la nieve y lo poco que he esquiado estos últimos años, me pego un par de revolcones sin consecuencias (aunque en uno de ellos un esquí me corre un buen trecho) antes de llegar al refugio de Oulettes de Gaube, lleno hasta la bandera de montañeros, casi todos con esquís.
Foqueando valle del Ara adelante
Comienza la liturgia de llegada a un refu: sácate las botas y busca patucos de tu talla (si calzas un 46 ni te cuento lo que has de rechirar), desarma la mochila y deja en la entrada todo el material técnico (esquís, piolet, bastones, casco, arnés…), si te dejan subir la mochila a la habitación mejor, si no, selecciona lo que has de llevarte arriba, pon a secar toda la ropa mojada y las focas, haz el check in, móntate la cama y ponte ropa seca si tienes.
Una vez instalados, beber, estirar, beber, mirar mapas, beber, mirar la curiosa amalgama de personas con quienes compartes techo, beber, sestear y por fin cenar. Y qué cena!!! Pocas veces he comido mejor en un refugio: sopa (la de todos los refugios del mundo), lasaña casera, queso y postre. Y pudiendo repetir de todo!! Qué lasaña por Dios!!!
El Ibón de Brazato, o su silueta entre la nieve
Una de las cosas que más me gustó fue que la gran mayoría de comida y bebida que se servía era del valle, con lo que se fomenta el consumo de productos autóctonos y comida KM0. Un mural junto a la cocina indicaba de dónde provenía todo; quien hacía el queso, quien destilaba la cerveza (buenísima!), de donde venía la fruta y verdura, de qué carnicería provenía la carne… hasta teníamos el número de crotal y nombre de la ternera. Habría que aprender de esto en refugios del lado español.

Como al día siguiente la idea es subir al Vignemale, y la ISO0 estará muy alta, habrá que madrugar mucho. Nos ponemos el despertador a las 4 y poco más allá de las 9 nos vamos a la cama, bien tapaditos con 3 mantas que hace un frío que pela en el dormitorio.
Matteo llegando al Puerto de los Mulos